NORISHIGE KANAIFísico japonés y astronauta de JAXA, nacido el 5 de diciembre de 1976 en Tokyo. La gente que lo trata lo describe como un hombre reservado y taciturno. Lo que más aprecia es el silencio, no es amigo de las aglomeraciones y prefiere la soledad de su despacho o laboratorio. Es por decirlo suavemente un antisocial de manual. Algunos de sus colegas creen que sufre del síndrome de Ásperger. Pero nadie lo sabe con seguridad.
Su principal ocupación es comprobar el estado de sus experimentos, todos relacionados con el estado de la materia en ingravidez. No cabe duda que es ahí, entre las tablas de datos y las máquinas de medición donde más feliz se siente. Su peor pesadilla es perderse en unos grandes almacenes atestados de compulsivos compradores. i volviera a nacer le hubiera gustado ser invisible o un alienígena, cualquier cosa menos un humano. Por otra lado, no le da ninguna importancia al hecho de haber nacido en Japón o en cualquier otro país. No soporta el contacto directo con personas, le tiene fobia a los cientos de gérmenes y microbios que transportan. Sus héroes son los gran científicos del pasado, cuyas biografías devora con fruición cuando no está trabajando o durmiendo. |
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Sueño espacial
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Eran las seis de la mañana cuando sonó el despertador de su mesilla de noche. Norishige estiró el brazo y lo apagó con suavidad. Se quedó estirado en la cama boca arriba con los ojos abiertos, no más de cinco minutos, mientras hacía rápidamente un listado de las cosas que tenía que hacer durante ese día. De un salto se dirigió al baño, beneficios de vivir en un piso de 30 metros cuadrados. Casi sin mirar se sentó en la taza del váter y meó. Todavía con los sueños pegados a los párpados, se miró fijamente al espejo, la superficie del cristal, empañado por la rotura de una tubería de la calefacción, le devolvía el reflejo de alguien muy parecido a él, casi idéntico, pero perturbador. Había algo en la mirada o en la boca, tal vez en la barbilla, no lo sabía con seguridad, pero lo que tenía claro era que la persona del espejo no era él.
Sin mostrar signos de sorpresa o miedo, cogió una toallita antibacteriana y se frotó primero las manos y después cogió otra y con método y dedicación hizo lo mismo con la cara y las orejas. Cuando volvió a posar sus ojos en el espejo, su otro yo pronunció una frase que no tenía sentido. Estaban todas las palabras, pero desordenadas. Por raro que pareciera, tampoco le extrañó que su reflejo intentara comunicarse con él, aunque estaba claro, necesitaba clases de sintaxis urgentemente. |
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Retos de Morfosintaxis |
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los sintagmas
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Juego y test galácticos
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